Con el huracán Mitch, han quedado en evidencia múltiples desgracias e injusticias.
Se confirman los presagios del IPCC: «Los trastornos del clima se recrudecerán en el futuro inmediato al calor de la contaminación, lo que acarreará graves daños a la salud y un mayor deterioro del medio ambiente».
Pronostican la muerte de cientos de personas, de varias especies animales y la desaparición de alimentos vitales para el ser humano. Y apuntan una salida de justicia: «La determinación para aplicar tecnologías limpias y energías renovables mejoraría este oscuro panorama».
El año 1998 ha batido en un 48% el record en catástrofes «naturales», con 32.000 muertos y más de 300 millones de personas desplazadas.
«El verdadero problema del mundo es cómo impedir que salte por los aires» (N.Chomsky).
Se evidencia también que cualquier adversidad natural multiplica sus efectos para los pobres.
El huracán Mitch ha supuesto en Centroamérica más de tres millones de damnificados, más de 12.000 muertos y más de 10.000 personas desaparecidas.
Sólo la pérdida de cosechas en Honduras está valorada en 1.000 millones de dólares, y las infraestructuras destrozadas, en 2.000 millones.
Los países ricos han encontrado una buena y nueva ocasión para aportar sus limosnas, pero continúan sin plantearse cómo remediar la injusta situación de millones de personas sumidas en la miseria y mucho menos se plantean remover las causas que originan esa miseria.
Queda de manifiesto que las ideologías y las políticas no están al servicio del ser humano, sino los seres humanos al servicio de ellas.
El presidente nicaragüense Arnoldo Alemán rechazó las brigadas médicas y toneladas de alimentos enviados por Cuba, simplemente por ser cubanos. «No necesitamos apoyo de los comunistas, éstos sólo quieren venir a comer a Nicaragua».
(Por cierto, Cuba, a pesar de su situación, ha condonado la deuda total de 7.000 millones a Nicaragua. Más que han condonado Estados Unidos, o Francia, o España).
El mismo Presidente nicaragüense no sólo confundió hasta último momento a la población ocultando los verdaderos alcances que podía tener el huracán Mitch, sino que se dió el lujo de no decretar el «estado de emergencia» cuando ya el 70% del país estaba arrasado por las aguas y el vendaval.
En Honduras, más de lo mismo. Los militares norteamericanos que durante la guerra contra el sandinismo instalaron decenas de campamentos y transportaron armas para apoyar a la «contra» en pleno territorio hondureño, adujo ahora que el Departamento de Estado «no había autorizado» el concurso de algunos helicópteros para rescatar a los afectados.
El huracán descubrió otra injusticia más, cien por cien obra de manos humanas, de terrible agravante de la situación: Los fuertes vientos han desenterrado unas 75.000 minas antipersonales, esparcidas por el norte de Nicaragua, que se están desplazando por el desbordamiento de los ríos e inundaciones. La muerte que esperaba oculta, podrá ahora actuar de forma desvelada.
El huracán MITCH es un SIGNO DE LOS TIEMPOS, que, como otros muchos, requiere ser interpretado desde la conciencia por los seres humanos.
d.t.
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