Nos gusta echar un rato de vez en cuando con este abuelo amigo. Nunca fue a la universidad, la vida fue su maestra. Y habla con la libertad de quien nada tiene que perder ni que guardar. Señaló con su dedo un papel.
Era un texto de Max Neef: «En todas las épocas, las teorías económicas que acaban por imponerse son las que favorecen a los ricos; las demás quedan debajo de la alfombra… Hoy en día, la economía que se practica mata a más gente que todos los ejércitos del mundo juntos«.
El abuelo añadió:
– Ahí tenéis una señal de lo torpes que somos los seres humanos. No aprendemos. La economía, el dinero nos ha enloquecido. ¿Y para qué…? Acumulan y amasan dinero ¿y qué…? ¿Qué sentido tiene la vida para todos esos ricachones…? Y lo peor es que son admirados y envidiados por mucha gente. ¡Qué vamos a hacer!
Yo aprendo más de otras personas sencillas, quizás con muchos menos estudios, pero con un profundo sentido de la vida. Os contaré una cosita de los campesinos de las comunidades guatemaltecas: Plantan sus granos de maíz de cuatro en cuatro; uno para ellos mismos y su familia, el segundo para el amigo, el tercero para su Dios, el cuarto para los pájaros. ¿No os parece mucho más bonito este sentido de la vida compartida, de su trabajo, de sus bienes,…compartidos?
También dice aquí, abuelo, que, en nuestro mundo moderno, abundan las alabanzas a la libertad del mercado, como fuente de prosperidad y garantía de la democracia.
– ¡Qué cosas dicen! El libre mercado una fuente de prosperidad… ¿Prosperidad para quién? Y qué mal suena lo de ‘libertad de mercado’… ¿Qué libertad tiene en el mercado quien no lleva ni un euro en el bolsillo? Y garantía de la democracia… ¿Cuál garantía? Yo pienso que, más bien, la democracia está secuestrada por los banqueros, y que, precisamente, la libertad del dinero va contra la libertad de las personas. ¿No os parece?
Yo creo que es verdad lo que decía el uruguayo Galeano, que nuestro mundo está al revés y premia al revés: “desprecia la honestidad y castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo”. Manda el dinero y la injusticia ha pasado a ser algo natural, como un fenómeno natural. Me habláis de un mundo moderno, pero a mí lo que me parece es un mundo extraño: No nos enseñaron a perder, porque vivimos en un mundo que penaliza el fracaso. ¡Es la era del exitismo!
Sin embargo, todos conocemos a grandes personas honestas, luchadoras, justas,…que supieron perder dignamente en la vida y hasta fueron condenados. ¡Yo siempre desconfío del palabrerío mercantilista!
Abuelo, hemos leído en la prensa que Merkel va a pedir a la OTAN que vigile las fronteras europeas y controle los flujos de refugiados.
– ¡Otra barbaridad! ¿Y me hablabais hace un momento de democracia…? Ya veis, ¡Cuánta es la incapacidad e irresponsabilidad de estos modernos países europeos y cuál es su nivel de democracia! Produce enorme indignación ver la situación de tantos hombres, mujeres y niños, que no han cometido otro delito que salir huyendo de su tierra por la guerra y el hambre, para intentar llegar a nuestros países, arriesgando sus vidas en el mar o en manos de mafias y de proxenetas.
Todas esas imágenes de miles de familias hacinadas en las fronteras o de niños ahogados en la costa reflejan nuestra falta de humanidad. Los países industrializados han quedado retratados. Por eso entiendo que haya tantas personas desengañadas de estos gobernantes y sus políticas.
Bien haréis si no os dejéis llevar ni comer el coco por estos truhanes. Son todos unos mercaderes que sólo entienden de negocios. Los valores y derechos humanos les importan un pito. Tendréis que imaginar y tomar vuestras propias decisiones. No os queda otra.
Pero la cosa está complicada, abuelo. Es difícil encontrar caminos y soluciones. Todo está como muy controlado.
– ¡Para ellos no es difícil! Ellos tienen la fuerza y la máquina de producir miedo, el poder de legislar y de someter, el poder de controlar, el poder de crear opinión y sumisión a través de los medios,… Y ya veis… Nos enseñaron a creer, pero no a analizar. Nos enseñaron a obedecer, pero no a discrepar. Y así nos luce el pelo… Nos dicen que las manifestaciones no sirven para nada, que las denuncias de los problemas no llevan a ninguna parte… ¿Y a dónde lleva el silencio y la resignación? ¿Acaso solo nos queda el papel de cómplices mudos y obedientes?
Siempre, siempre la vida fue complicada y compleja. Pero difícil no significa imposible. Por eso se produjeron cambios en la historia, después de muchas luchas aparentemente inútiles. Entiendo a quienes creen que ‘otro mundo es posible’, latente pero posible, y creen en los procesos por lentos que sean (como lo son los embarazos), y creen que el caminar y la lucha valen por sí mismas aunque no lleguen al destino,…Esa gente, con su esfuerzo y entrega, van generando energía de dignidad…
Pues así, poquito y a menudo, son nuestras conversaciones con el abuelo. No es necesario un orden, ni una temática fija, ni un guión prediseñado… Hablamos y disfrutamos y con eso es suficiente.
La ventana del mochuelo
Mi abuelo dice: siempre lo mismo, nada es diverso. El pez grande se come al chico. La realidad es diversa, carente de igualdad.