Hay semanas con tantos sucesos impactantes, a nivel nacional e internacional, que parecen estar cargadas por el diablo: víctimas por guerra en Ucrania, por desastres naturales en Turquía y Siria, por cambio climático y hambruna en Somalia, por represión en Perú, por machismo en España… Hay gente en la distancia que queda impresionada y con la mirada perdida, pensativa…
¡Son muchas las víctimas inocentes! ¡No hay consuelo para tanto dolor! Así digan que de todo se aprende, que se forjan criterios y se saca coraje para seguir viviendo.
Por ejemplo Japón, que se encuentra en una zona sísmica, aprendió de sus desgracias y de los terremotos más graves: El terremoto de Kanto en 1923 destruyó gran parte de Tokio y Yokohama y sumó 140.000 víctimas; el terremoto de Kobe de 1995 y el terremoto de Tohoku en 2011 de 9,1º que afectó a la central nuclear de Fukushima y supuso la pérdida de más de 18.000 vidas y el desplazamiento de medio millón de personas. Japón construye hoy sus edificios a prueba de terremotos y educa a su población con guías para defenderse en caso de seísmos.

Turquía también se encuentra en una de las regiones sísmicas más activas del planeta y ha sufrido 14 terremotos importantes desde 1939. Sin embargo, este desastroso terremoto del pasado domingo indica que Turquía no ha avanzado en sus defensas preventivas al respecto. Mucho menos el otro país afectado, Siria, tras 11 años de guerra civil. Los dos primeros seísmos, uno de 7,8º y otro de 7,5º, sucedieron de madrugada. Más de 36.000 muertos, 60.000 edificios devastados y más de 15 millones de personas afectadas. La mayoría pobres residentes en zonas de riesgo, en las que, precisamente, 75.000 edificios y sus constructores recibieron amnistías en 2018 por incumplir los estándares de seguridad establecidos.
Desde la distancia imaginamos la angustia, el miedo y la impotencia de todas esas familias. ¡Reciban nuestras condolencias y ánimo! Vienen a la memoria las casi 700.000 víctimas mortales por diversos desastres ‘naturales’ en los últimos 15 años, desastres que cada vez son más repetitivos y más acentuados. Percibimos la pequeñez de los seres humanos ante cualquier rugido de la Naturaleza. Y no entendemos nuestra ofuscación en seguir provocando a la Naturaleza, contaminándola, esquimándola, destruyendo sus ecosistemas, con nuestros modos de producción y estilos de vida de consumo irracional.
También alguien se acuerda esta semana de Somalia. 3,8 millones de somalíes han abandonado sus casas. Huyen de la guerra y de la peor sequía que ha visto el cuerno de África en 40 años. La calculadora de la ONU dice que para este verano habrá 1,8 millones de niños menores de cinco años con desnutrición grave. En 2011 Somalia ya sufrió la mayor hambruna del mundo en el siglo XXI, muriendo 260.000 personas. Allí no tienen industrias que contaminen, pero también sufren las consecuencias del cambio climático.
Con preocupación se preguntaba en estos días el escritor y filosofo Gabriel Andrés Baquero:¿Qué significa escribir en un mundo donde cada cuatro segundos muere de hambre un ser humano? En un mundo donde datos como este de morir de hambre una persona cada cuatro segundos no figura entre los posts más comentados ni las historias más vistas. Porque una noticia de esa naturaleza perturba seriamente a la ideología ‘felicista’ que impera en todo momento en el paisaje virtual del Gran Mundo Feliz.
Sin embargo, añade, habrá que llamar a las cosas por su nombre y admitir que esta civilización capitalista planetaria mata a un ser humano de hambre cada cuatro segundos. Pues esta es una de las principales contradicciones sociales y económicas del sistema en que vivimos: Cada vez más hay una sobreproducción de alimentos, pero cada vez más aumenta el número de seres humanos desechables para el sistema, cuya única opción es someterse a la esclavitud asalariada, o, en su defecto, reventar de hambre.
Es difícil el consuelo para tanto sufrimiento. Vale que de todo se aprende, de las desgracias, de la desigualdad social e injusticias, de las luchas…, y todo tiene su explicación. Esperamos y deseamos que, tras tanta desgracia, saquen la fuerza y obtengan la ayuda necesarias para afrontar el futuro.
Es desolador pero solo podemos, o creemos que solo podemos “hacer algo”. Manifestarnos con más gente en defensa de la sanidad pública, proponer en tu ayuntamiento, junto otras ONGs, que se destine una ayuda económica de emergencia para ayudar a las víctimas del terremoto. Organizar una proyección sobre las personas refugiadas. Es una manera de vivir en el mundo.