
El Covid-19 no es culpable de la mala distribución de vacunas en el mundo.
Un pequeño grupo de países ricos (con el 16% de la población mundial) se han asegurado el 60% de la oferta de vacunas global. Por cada ciudadano de un país rico hay encargadas 3,4 dosis y los países pobres tocan a una inyección para cada dos personas (Salud Global Universidad Duke). “Algunos países han comprado hasta cuatro veces las necesidades de su población para acumular vacunas”, se quejaba Cyril Ramaphosa. El líder de la OMS, Tedros Adhanom, reconoció que era un “catastrófico fracaso moral” que jóvenes y adultos sanos en países ricos sean vacunados antes que sanitarios o personas más mayores en países pobres.
Para Rebecca Weintraub es un error. “Si grandes grupos de población continúan sin vacunarse el virus seguirá pululando por todos lados. La distribución igualitaria de la vacuna nos protege a todos de la transmisión y salva vidas”. Y aún más preocupante, esas regiones podrían incubar nuevas variantes del covid ante las que nuestras flamantes vacunas sean ineficaces (EIU). El Instituto Rand Europe ha cifrado el desigual reparto de vacunas de Covid en una pérdida para la economía global de hasta 1,2 billones de dólares.
El Covid-19 no es culpable de la falta de respeto a los protocolos de vacunación.
Las autoridades sanitarias establecen estrategias de vacunación y determinan los grupos de población prioritarios para ser vacunados. Para ello aplican unos criterios y protocolos desde la equidad, la justicia y el consenso. Sorprendentemente, sucede que varios políticos, cargos públicos, militares, obispos, curas, así como otros dirigentes y directivos, no respetan el orden y protocolos establecidos y se vacunan anticipadamente, medio a escondidas, poniendo excusas varias.
En castellano se dice que “se cuelan”, no respetan ‘su turno’. En dos palabras: ‘son caraduras’. Se trata de personas que abusan de su posición o poder económico para saltarse los turnos establecidos. Una ‘cola o fila de personas que esperan su turno’ es un acto social y esperan su vez junto a otras personas con iguales derechos. Por eso quienes no respetan su turno provocan indignación, vergüenza y enojo, al estar rompiendo el compromiso social y la confianza. Es un acto ruin y más cuando está en juego la vida de otras personas. Mejor dicho, ¡No tienen vergüenza! Y cuando uno pierde la vergüenza no le queda más que perder.
El Covid-19 no es culpable de la irresponsabilidad e insensatez.
Es manifiesta la pugna entre laboratorios por el negocio de las vacunas. Por supuesto que rechazan compartir las patentes, pues sus ganancias están antes que el acceso asequible a las vacunas de millones personas. Y se frotan las manos ante la gran oportunidad de embolsarse miles de millones. Para colmo, se muestran como ‘salvadores altruistas de la humanidad’.
También hay personas ‘negacionistas’ y otras irresponsables que se burlan de la pandemia que está ante sus ojos y que, en nombre de su libertad, provocan el contagio y la muerte a su alrededor.
En fin, parece que muchos seres humanos no están aprendiendo nada de esta pandemia. Pero no por ello se puede echar la culpa de todo al Covid-19.
(Refer. El Confidencial 5/2/2021)
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