
-¿Qué significa eso de que ‘éste es el mundo que nos ha tocado’?, nos dijo. Y continuó…
Es cierto que nadie puede elegir el lugar donde nace y su entorno. Pero no puedo aceptar que me hablen del mundo como si fuera un juego de dados (‘el que nos tocó…’), como un juego del destino en vez de un proyecto siempre cambiable y en construcción.
No nacemos para ser eco, sino para decir nuestra propia palabra. Nos maleducaron para acatar siempre la palabra de los de arriba como si fueran órdenes. Aprendimos el ‘principio de autoridad y obediencia’ antes que el de servicio y participación. ¿Qué narices es un general sin uniforme? ¿Y un obispo en pijama? Si despojaran a todas las imágenes de sus mantos y ornamentos, se mostrarían como son, unas tallas, mas o menos artísticas, de simple madera o escayola. ¿Acaso no puede existir religiosidad sin mitos? Todas las personas tenemos conciencia y palabra propia.
No nacemos para vivir de prestado, sino para hacer nuestro propio camino. ¿Por qué nuestras ilusiones han de ser ajenas…? Soñamos con que gane nuestro equipo, nuestro ciclista nacional, nuestro tenista… Y agitamos banderas y bufandas como un triunfo propio, gritamos y jadeamos como si estuviera en juego la propia vida, y nos deprimimos ante la derrota. ¿Por qué mi esperanza ha de ser prestada? ¿Por qué han de marcarnos desde fuera una jerarquía de valores, una interpretación limitada de los derechos, una concepción exclusiva de la vida y unas solas formas de vivir? Nos determinan qué celebrar, cómo vestir, qué comer, cómo divertirnos y hasta a quién odiar. Cual peleles nos tratan los mandamases y los medios, como si fuésemos incapaces de tener iniciativas y llevarlas a cabo.
No nacemos para estar huyendo, sino para afrontar los retos. Desde niños nos infundieron miedo para hacernos cumplir las rutinas dictadas por los adultos. Inocular miedo a la población siempre fue una herramienta muy rentable para el poder. Una forma eficaz de control social. Si no votamos a tal líder será al caos. Si no cumplimos con la religión iremos al infierno. Seremos castigados si nos salimos del ‘Orden Establecido’ creado por grandes potencias “desordenadas”, un ‘Orden Criminal’ implantado por la tiranía económica. Vean, hoy en Tanzania están aterrorizando a los masáis, quemando sus hogares y expulsándolos de sus tierras ancestrales de pastoreo para que una empresa extranjera pueda expandir su oferta de caza de trofeos en ese territorio.
El miedo cultiva miedo. Los poderosos explotan el miedo colectivo en su propio beneficio, saben que el miedo mutila la esperanza, oscurece la voluntad, anula la razón, nubla el pensamiento, incapacita para la acción, genera resignación y anula la rebeldía. ¿Qué tanto haríamos, sin miedo…?
No nacemos soldados para guerrear, sino seres amantes de la paz. Ni somos ni queremos ser soldados que defienden una patria de unos pocos y para unos pocos. En las guerras siempre pierden los mismos, que casualmente nunca saben los motivos de esas guerras y además las odian. “Desde lejos, los presidentes y los generales mandan matar. Ellos no pelean, no derraman sangre, no vomitan por el olor de los cadáveres pudriéndose al sol,…”. No buscamos la paz de los cementerios (los vivos no habitamos allí), sino una paz basada en la justicia y la libertad.
No nacemos destructores del planeta, nuestro medio fundamental de vida. Nos impulsan a consumir sin medida y a devorar recursos naturales como si fueran infinitos. Para ser más felices, nos dicen. Mentira. Los recursos naturales son limitados y el consumismo puede dar placer momentáneo pero no la felicidad. En este sistema ya no cuentan las personas sino los consumidores. Quien no tiene para comprar se jodió, se queda fuera. Lo innecesario se ha convertido en imprescindible. Ya no hay clases sociales, sólo niveles de consumo. ¡Qué locura! ¡Claro que sí es preciso cambiar este mundo por otro mejor! ¡Sí se puede!
A nuestro parecer, el viejo Donta estuvo sembrado en la conversación.
Muy buen, reflexivo y agitador artículo. Gracias, Domingo. Hasta la Esperanza para visibilizarla hay que luchar por ella.