Hay personas que tienen un sexto sentido, saben ver más allá y percibir más hondo. Saben contemplar y discernir. Por eso, cuando hablan, suscitan reflexión. Pasa con el profesor y filósofo Josep Ramoneda. Cuando preguntó ¿Adónde vamos?, nos dejó pensando.
Vivimos momentos de gran incertidumbre. Mucha gente se siente insegura, vive en situación precaria o complicada. La obscenidad es manifiesta: suben los precios, suben las hipotecas, los salarios no alcanzan, crece la pobreza, al mismo tiempo que varios sectores económicos exhiben espectaculares resultados de beneficios. Las brechas de la desigualdad se disparan. Y el poder político aparece cada vez más débil ante el poder económico, al que no puede hacerle entrar en razón para que parte de sus beneficios sirvan para el bien de la sociedad.
Son momentos de inseguridad. Estamos en un contexto de cambio en todas las direcciones. Una manera de estar en el mundo ha desaparecido y estamos entrando en otra que desconocemos. No es igual una sociedad enmarcada por la radio, la prensa escrita y la televisión, que una sociedad enmarcada por el universo digital, el internet, las redes sociales… No es igual esta sociedad en la que las ideas, el dinero, las personas, van de un lado para otro, algunas con dificultades para cruzar las fronteras. No es lo mismo. Es un momento de cambio brutal, con una evolución científica extraordinaria, la inteligencia artificial, la edición genética…y una terrible crisis ecológica. Toda una serie de cosas que afectan a la condición humana y al estilo de vida del último siglo. Y se trasluce en la vida cotidiana de forma permanente.
ESTA MUTACIÓN SE INICIÓ EN LOS AÑOS 70. Se activó una rueda de molino que, tras la crisis del petróleo, trajo los recortes sociales y la desregularización de ámbitos financieros. Con el gobierno de Margaret Tatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en Estados Unidos se fortaleció el liberalismo, las privatizaciones de sectores públicos y la mercantilización de los servicios. El capitalismo industrial mutó en capitalismo financiero. Pereció el proyecto de posguerra de las libertades y derechos de los ciudadanos y del Estado de Bienestar. Creció la deslocalización industrial. Llegó la caída del Muro de Berlín y el hundimiento de los regímenes de tipo soviético. La república comunista china abrazó el capitalismo. Floreció la sociedad del hiperconsumo y del neoindividualismo. En septiembre 2001 el poderoso Estados Unidos es atacado en su propio territorio, iniciando el ‘conflicto de civilizaciones’.
Y se produjo la llamada revolución nihilista: consistía en negar todos los límites y eso consolidó el neoliberalismo. No hay límites al crecimiento, al beneficio, a la aceleración, a la explotación de recursos humanos y naturales, a las desigualdades sociales…
Solo la crisis de 2008 cuestionó algo esas bases nihilistas, demostrando límites a los ‘sin límites’. Un golpe a la fantasía del capitalismo. Pero los partidos tradicionales quedaron desautorizados por su impotencia ante el poder económico. Brotaron dudas sobre la capacidad de Occidente en la gobernanza del mundo y las miradas se desplazaron hacia Asia y el poder de China.
Este ciclo llevó a Trump a la presidencia en 2017, que marcaría el momento reaccionario y el crecimiento de partidos de extrema derecha. El asalto al Capitolio fue un símbolo del autoritarismo posdemocrático que venía aflorando. Una deriva autoritaria de la democracia para sostener el neoliberalismo que destruye las vías comunitarias y genera fracturas sociales.
Y en esa fase crítica estamos. Nos ha tocado vivir estos momentos complejos. Un proceso acentuado por la revolución digital e internet, que ya es la segunda piel de la humanidad por donde transita casi todo: la información (y su imparable deformación) y los instrumentos de control y poder social. Un despliegue de las tecnologías de la información en manos de una élite planetaria sin control, con una realidad paralela por encima de todos.
La inesperada pandemia (un aviso de la Naturaleza en pleno proceso de mutación tecnológica y política) trajo más complejidad. Reforzó a las grandes compañías tecnológicas, creció el protagonismo de China y su autoritarismo, y dejó en los países ricos una huella de vulnerabilidad.
Esta crisis está revelando realidades que no se veían o no se querían ver. Un capitalismo neoliberal que está deshumanizando el mundo laboral e impone unas relaciones sociales acordes al mercado. Un mundo de ficción y sometido a la tecnología. En resumen: un neoliberalismo radical en lo económico y un autoritarismo reaccionario en todo lo demás.
De ahí la gran inseguridad en las personas, aunque sea por razones diferentes, pero con una causa básica: las desigualdades crecen y afectan al bienestar de muchos sectores de la población, lo que provoca conflictos varios. Parte de la ciudadanía se siente desamparada y esto es un terreno favorable al crecimiento de las extremas derechas populistas (salvadores que prometen aunque no cumplan) y a la amenaza de autoritarismos posdemocráticos.
Un GRAN RETO que la ciudadanía tiene por delante: Porque lo inventado se puede REINVENTAR.
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