El primer fin de semana de octubre 2016 fue un Flash simbólico de nuestro mundo actual. Un fin de semana desgarrador. Con muchos vencedores y muchos vencidos, pero casi todos perdedores. El verdadero triunfador, vergüenza incluida, fue el choque de turbios intereses.
Muchas otras personas, en la distancia, nos hemos sentido zarandeadas.
En Colombia: Contra todo pronóstico, triunfó la opción del ‘NO’ al Acuerdo de Paz, con el 50,2% frente al 49.7% del ‘SÍ’, sólo 53.000 votos de diferencia.
La participación en el plebiscito no llegó al 38%. ¿Tan insignificante resultaba el asunto para casi 22 millones de votantes que se abstuvieron? ¿Son justificaciones suficientes la falta de pedagogía, las trabas administrativas a indígenas y exiliados y la incidencia del huracán en zonas costeras?
Tras el grandioso espectáculo internacional en Cartagena de Indias, hoy la zozobra es completa entre los firmantes, el gobierno y la guerrilla de las FARC. Lo han calificado como el “Brexit colombiano”. ¿Y ahora cómo queda el proceso de negociación, iniciado hace cuatro años, para poner fin a 52 años de conflicto?
Pese a la efusión del expresidente ultraderechista Álvaro Uribe, quien junto con su partido ‘Centro Democrático’ encabezó la campaña del ‘NO’, el pueblo colombiano se siente hoy fracturado, decepcionado y en vía muerta. Uribe está ofuscado, sólo quiere la “rendición” de los insurgentes, pero no la negociación. Uribe les llama ‘fanáticos asesinos y narcotraficantes’. El mismo Uribe que, durante su gobierno, dejó libres con una “Ley de Justicia y Paz” a 32.000 paramilitares culpables confesos de innumerables masacres y de más de 40.000 homicidios. El mismo Uribe que, como especialista del miedo, ha envenenado las redes sociales y atemorizado a gran parte de la sociedad colombiana con mensajes de terror. Y el miedo ha surtido efecto.
Nada más conocerse el contenido del Acuerdo de Paz, se revelaron sus puntos más explosivos: el desmantelamiento de los grupos paramilitares; las modificaciones jurídicas que podían exigir responsabilidades a sectores militares, policías, políticos y empresarios financiadores del paramilitarismo; la restitución de tierras por parte de grandes terratenientes y ganaderos; la erradicación del cultivo de coca…
Hay un dato revelador: En general, en las zonas donde más se ha cebado el conflicto armado (Cauca, Nariño, Putumayo, Bojayá, Chocó, Vaupés, Putumayo, Toribío…) han votado masivamente ‘SÍ’, incluida la capital Bogotá. En otras zonas que no viven desde hace mucho tiempo el conflicto y, además, es territorio de paramilitares (Centro, Huila, Meta, Norte de Santander, Cundinamarca, Antioquia…) triunfó el ‘NO’.
Una vez más, en nombre de la Paz, poco han contado las víctimas, los 220.000 muertos, las 45.000 personas desaparecidas, los siete millones de desplazados. Una vez más, en nombre de la Paz, se prefiere la guerra.
En Hungría: Se celebró otro plebiscito. El gobierno del también ultraconservador Viktor Orbán ha desafiado a la Unión Europea con un referéndum xenófobo contra la cuota de refugiados establecida por Bruselas.
No importa que se esté incumpliendo el compromiso europeo de reubicar 160.000 refugiados entre los 28 países de la Unión Europea. Hungría ni siquiera acepta el número asignado de 1.300.
No le basta a Hungría con haber elevado las vallas en sus fronteras y endurecido la legislación de inmigración con penas de hasta cinco años de cárcel por el cruce ilegal de fronteras.
La campaña gubernamental ha sido dura y obscena criminalizando a las personas refugiadas: Se les ha vinculado con el terrorismo y la delincuencia.
En teoría, el plebiscito ha resultado nulo por no alcanzar el quórum requerido del 50%. Sólo votaron el 43,3% de los ciudadanos. Lo escandalosamente grave es que el 98% votaron a favor de rechazar la cuota de refugiados asignada por la Unión Europea.
El Jefe del Gobierno ha calificado el resultado de “magnífico” y promete “registrar la voluntad de la gente” con una enmienda constitucional.
Una vez más, en nombre del bienestar y seguridad nacional se niega seguridad a las víctimas que huyen de la muerte, y se pisotea el derecho internacional de las personas refugiadas. Poco importa que en este último año hayan muerto en Siria 3.000 civiles a causa de los bombardeos y miles de viviendas hayan sido destruidas y millones de personas vivan sin agua ni alimentos. Otra evidencia: la modernidad se muestra compatible con el racismo y la xenofobia.
En Israel: Decenas de líderes mundiales acudieron al entierro del expresidente Shimón Peres. Se le considera uno de los padres fundadores del estado sionista de Israel. Fue Premio Nobel de la Paz, a la vez que uno de los mayores traficantes de armas a nivel mundial y cimentador del ‘programa nuclear israelí’. Posteriormente, algunos miembros del Comité Nobel noruego se lamentaron de haberle concedido el galardón.
Fue despedido entre condolencias y plegarias este directo responsable de las agresiones y bombardeos, ejecuciones extrajudiciales y violación de los derechos humanos que ha sufrido durante décadas el pueblo palestino.
Los medios ofrecieron una imagen sesgada sobre Shimón Peres como un gran referente de paz. Es lo que toca ante el cuerpo presente. Nada se habló de su vida al servicio del colonialismo y el apartheid, y de su invasión y anexión de territorios de Cisjordania a Israel y de sus crímenes de guerra.
Un palestino refugiado dijo: «Que en paz descanse», aunque seguramente no habrá paz que descanse en su alma.
En España: Asistimos al bochornoso espectáculo de la fractura del histórico Partido Socialista y las tretas para hacer dimitir al Secretario General del partido Pedro Sánchez.
Son juegos y luchas de poder. Da igual que sean partidos de derechas o de izquierdas.
Es un fenómeno mundial. En nombre de la política, la democracia se ha convertido en partitocracia. Los intereses de partido priman sobre los intereses comunes y los problemas sociales de la ciudadanía. Proclaman la ley pero no la respetan, la supervivencia y poder de gobernabilidad de los partidos están por encima de los derechos y programas sociales.
Un año llevamos en España sin gobierno. Todos los partidos se han burlado de la población. Incluso hablaron de terceras elecciones. ¿La población tendrá que seguir votando hasta que rectifique…?
Para colmo, esta misma semana los jueces abrieron la letrina de la Gürtel, la mayor trama de corrupción de la historia de la democracia y en la que el Partido Popular, hoy gobierno en funciones, está metido hasta el cuello.
Mirada Solidaria.es
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Te estaba esperando, en especial con lo de Colombia. Qué dificil acabar con el poder de esa ultraderecha paramilitar. Espero que sea pronto.
Gracias MS.