Valga de ejemplo el caso Trump, quien, por cierto, cuenta con muchísimos imitadores. “El 70 por ciento de sus declaraciones de campaña fueron falsas”. En sus primeros 800 días como presidente le contabilizaron más de 10.000 declaraciones ‘falsas o engañosas’, según The Washintong Post. El Dr. Doonel B. Stern comentó públicamente que “Donal Trump miente como política personal. Miente para obtener lo que quiere, y claramente se siente completamente justificado en hacerlo…Él dirá cualquier cosa para complacer a “sus bases” e inflar su propio sentido de importancia”. Y, por desgracia, las falsedades, las pos-verdades, las fake news o falsas noticias, se han normalizado y hasta puesto de moda.
La pos-verdad es la verdad a medida de cada cual, una verdad que justificamos desde la base exclusiva de nuestra voluntad, gustos, sentimientos, expectativas o necesidades personales, al margen de la realidad. A diferencia del mentiroso y charlatán de siempre que conoce la verdad y la esconde, el que genera pos-verdades prescinde de la verdad y de cómo son las cosas en realidad. No hay otra verdad que la que él inventa con su narrativa.
La pos-verdad tiene que ver con el marketing y la publicidad: para vender, es más importante el envoltorio y la propaganda asociada a un producto, que las cualidades reales de éste, lo suyo es tocar las emociones con mensajes cortos que puedan retener la atención de los compradores. Así mismo, para obtener el voto, no importa el contenido de lo que diga un líder político: lo decisivo es la “impresión positiva” de su mensaje en los votantes, la manera en que su oferta se adapta a las expectativas y sentimientos profundos (miedos, deseos y prejuicios) de los votantes.
Un excelente instrumento para la divulgación de pos-verdades es internet. Ese océano informativo que, paradójicamente, nos mantiene desinformados, pues ante tan ingente información se tiende por comodidad a seleccionar aquellas ideas que confirman las creencias propias y a censurar las que nos originan molestias o dudas. Entre 19 y 27 segundos la gente pasa de una web a otra, y también a saltos se leen los periódicos, de titular en titular, por eso los periodistas ponen toda la carga en los titulares. En medio de la algarabía de twittss, noticias, mensajes y actividades sin orden ni concierto es muy complicado distinguir lo que es realmente valioso. Como la razón siempre opera mediante la crítica, el discernimiento y la consideración profunda de las cosas y para eso necesita tiempo, es por lo que queda fuera de lugar.
El resultado es que vivimos en una burbuja confundiendo las informaciones que recibimos -adaptadas a nuestros intereses- con la realidad. Y a esto hay que sumar el flujo continuo de información entre internautas: en un solo minuto se envían 38 millones de whatsapp y 787 millones de mails, que se vuelven más notorios (más ‘virales’) cuanto más llamativos, ingeniosos, exagerados o groseros sean. Un ‘zasca’ es más aplaudido y compartido que el mejor de los artículos. Lo que hace valiosa una información es que mucha gente la comparta, no importa que sea o no verdad. Esos flujos dentro de las redes sociales facilitan la circulación de todo tipo de mentiras y opiniones extremas.
El poder siempre utilizó mentiras y manipuló a las personas mediante el miedo, las emociones, las creencias y las falsas esperanzas. Lo novedoso de la pos-verdad es que ésta no necesita para imponerse hacer creer que es verdadera. La verdad es completamente utilitaria: no hay ya una verdad, sino afirmaciones diferentes que valen cada una para una parte de la sociedad o para quien se las quiera creer. Todas las opiniones tienen el mismo valor, las contrastadas y las delirantes. Verdad termina siendo aquello que me interesa que sea verdad.
Conclusión: Si la democracia no se construye sobre el derecho de la ciudadanía a ser informada con la máxima objetividad, esa democracia se convierte en una ficción, una farsa. Es la situación soñada por el totalitarismo: un poder inmune a la crítica, que ya no necesita de la vieja coacción, porque cuenta con la anuencia y alegre colaboración de sus víctimas.
(Refer. Jordi Corominas, Agenda Latinoamericana 2020. Imágenes de Solidaridad y Medios y de Unnamed)
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