
Todo el mundo tiene capacidad para observar y analizar la realidad a su manera. No es exclusivo de las personas expertas. Podemos pensar y expresarnos libremente, sin ser simples loros repetidores de los mensajes de la televisión, de las redes sociales, o de los argumentos de los ‘todólogos tertulianos’ que dictan opinión en los Medios.
“Lo real resiste”, grita una pared. La realidad existe y resiste, por muchos intereses políticos o económicos que pretendan desfigurarla. Y también podemos mirarla y expresarla desde una perspectiva solidaria. No pueden ‘prohibirnos ver lo evidente’. Y no pueden prohibirnos estremecernos. Expresémonos.
En estos días se habla mucho de Arabia Saudí. Gran exportador de petróleo y una de las últimas cuatro monarquías absolutas del mundo. Arabia Saudí tiene la capacidad de atraer grandes eventos como la Supercopa de Fútbol de España o cerrar millonarios acuerdos de compra de armamento y, al mismo tiempo, aplicar de forma estricta la pena de muerte, reprimir a opositores, discriminar a las mujeres o bombardear a civiles en Yemen. En los tres primeros meses de 2022 se ejecutó a más de 100 personas condenadas a pena de muerte, algunas por participar en protestas contra el gobierno. Pero nada arruina sus vínculos y negocios con instituciones y organismos internacionales, comisiones incluidas. El régimen saudí, acusado de constantes violaciones de los derechos humanos, dispone de una estrategia de blanqueo: organizar grandes eventos deportivos para venderse al exterior como un país abierto y moderno. Al olor del dinero, los países democráticos le siguen el juego.
Hablando de fútbol, la ciudad pakistaní Sialkot es la capital mundial del balón. Allí se fabrican más del 60% de los balones que se venden en el mundo. Adidas, Nike, Puma y muchas otras hacen sus esféricos en alguna de las 2.000 empresas que se encargan allí de coser, cortar paneles y probar de forma científica el balón. “Esto es una cultura. Si le preguntas a tu hijo qué quiere ser de mayor, seguramente no te dirá que doctor, sino exportador de pelotas“, afirma un empresario de la zona. Cuando en 1981 FIFA y Adidas encargaron allí el balón ‘Tango’ para el Mundial de España 1982, se descubrió la explotación de miles de menores en la fabricación de balones.
Por aquellas fechas, Asif Rafa, un muchacho pakistaní de 19 años, dijo en plena euforia de la Eurocopa: «odio el fútbol». Pronuncia la frase sin levantar la vista: cose, cose y responde sin mirar. Es uno de los 3,4 millones de niños pakistaníes esclavizados por el trabajo, uno de los 7.000 niños pakistaníes ligados a la industria del balón, con horarios de 11 y 12 horas y sueldos miserables. Aquella región facturaba entonces 40 millones de balones al año, el 70% a nivel mundial.
Siguen llegando partes de guerra de Ucrania y fotos de víctimas civiles. Como en todas las guerras, cada bando determinó quiénes son los buenos y los malos. Pero por detrás están otros intereses de las grandes potencias, su disputa por la hegemonía en el mundo, las luchas comerciales, el mercado del gas y de combustibles fósiles, el negocio de las armas… Eso sí, los muertos los sigue poniendo Ucrania. La ayuda casi se limita a enviar más armamento. Faltan propuestas reales de negociación y de paz. Algunos dirigentes animan a continuar la guerra hasta la victoria final. Pero cada día de guerra aumentan las matanzas, la destrucción, el dolor y el terror, la negación de futuro para la población ucraniana. Preguntado por el aumento de sus ganancias, el director de la empresa armamentística Raytheon Technologies contestó: “Estamos en Ucrania para defender la democracia. Y el hecho es que eventualmente veremos algún beneficio con el tiempo”. Por favor, al menos, a falta de responsabilidad, eviten la burla.
Creo que mientras la industria armamentista no se deshaga del material bélico, obsoleto o «caducado» y haya compradores para toda la «chatarra» acumulada, los países que luchan por la «democracia», seguirán organizando guerras para liberar los pueblos oprimidos. Total, los muertos sólo le importan a sus familias