Apenas puede encontrarse en tan inmenso espacio. Se calcula que el Universo tiene 13.820 millones de años y no cesa de expandirse. Miles de millones de galaxias y unos 70.000 millones de trillones de estrellas, más que granos de arena en las playas. Una estrella por ejemplo, UY Scuti, es 1.700 veces mayor que el Sol. Y en ese inmenso mundo hay un puntito minúsculo llamado planeta Tierra. Lo habitan unos seres frágiles, de corta vida, pero engreídos: Se creen ‘diosecitos’, maltratan a la madre Tierra, abusan de sus recursos naturales, los poderosos oprimen a los humildes, los hombres someten a las mujeres, los ricos a los pobres y los blancos a los negros. Seres aturdidos que prefieren la vía de la dominación a la vía de la convivencia.
Cuentan cosas que son difíciles de creer.

En este pequeñito planeta Tierra, la desigualdad aumenta al concentrarse la riqueza en unas pocas manos. Han normalizado la explotación y la desigualdad. Se defiende un sistema económico que es asesino. El dinero gobierna sin intermediarios. Nunca ha sido menos democrática la economía mundial, nunca ha sido el mundo más escandalosamente injusto.
En este ínfimo planeta Tierra, sus casi 8.000 millones de personas no gozan todas de los mismos derechos. No todas pueden moverse con igual libertad por el planeta, aunque sí pueden hacerlo los capitales y las mercancías. Las personas pobres lo tienen prohibido. Y cuando buscan vías alternativas son asesinadas o mueren en el intento. No llevan armas pero se les considera invasoras. Huyen de la miseria y de la guerra pero se les considera terroristas. Son asesinadas en las vayas fronterizas como en Melilla (4.400 muertes en la frontera marroquí en 2021). Son detenidas en Tapachula (México) y devueltas a sus países (728 muertes en la frontera de México en 2021). EEUU expulsó a dos millones de migrantes por el título 42 alegando razones sanitarias. Otras mueren asfixiadas dentro de camiones como en Texas, en Reino Unido, en Tailandia… 215 migrantes han fallecido o desaparecido en las costas de Libia en 2022, otras 4.016 personas fallecieron en pateras en la Ruta Canaria en 2021… Importa más la “seguridad de fronteras” que la “seguridad humana”.
En este insignificante planeta Tierra, la fuerza prima sobre la razón. Las invasiones están a la orden del día. Avanza enormemente la tecnología militar y no tanto la defensa de la vida y de la paz. La mayor potencia del planeta, EEUU, acaba de ampliar en su país el derecho a llevar armas públicamente, a pesar de los más de 200 tiroteos allí durante este año. Su presidente Biden se ha presentado en la reciente Cumbre de la OTAN para reforzar su papel de ‘gendarme global’ y señalar como mayor enemigo a Rusia y a China como gran peligro, declarar un estado de Guerra Fría y exigir a los sumisos aliados una mayor inversión (2% del PIB) en armamento como medida ‘para la seguridad y la paz’ (Los 5.000 muertos y 6.000 heridos en Ucrania lo agradecen en el alma) La Paz de la fuerza, del miedo, de la sumisión, de los cementerios. El gasto militar mundial supera los dos billones de dólares anuales. La industria y el comercio de armas son de las empresas corporativas más exitosas del mundo. Pero no hay negocio sin enemigos.
Cosas así de increíbles suceden en este pequeñísimo planeta. Y en pleno siglo XXI. ¿Qué se creerán que son estos seres diminutos perdidos en el universo? ¿A qué viene tal exhibición de fuerza y de poder que roza el ridículo? ¿Por qué seres sociales se comportan antisocialmente? Por mucho que lo intenten, esto no puede disimularse con proclamas de democracia, con declaraciones universales de derechos humanos, con cantos a la libertad, o con bendiciones urbi et orbi. No son fiables. No pueden prohibir ver lo evidente.
La Naturaleza, con su enorme capacidad creadora, su maravillosa coordinación y sus generosas energías, debe estar sorprendida ante tamaña insensatez de seres supuestamente inteligentes.
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