Disculpen el amasijo. Se amontonan las frases, los recuerdos, la tristeza, la rabia, los testimonios, el dolor… y las ganas de gritar «Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen».
Sí, malditas sean todas las guerras: Las televisadas como en Ucrania, las silenciadas como en Siria o en Yemen y las ocultas como en Colombia. No hay guerra justa, todas son crueles.

Las imágenes siempre impactan: Miles de familias huyendo de la muerte con lo puesto, dejando su casa, sus bienes, su trabajo, su pueblo, hacia otros países donde serán ‘intrusos’. Madres con niños en brazos, personas ancianas, escondidas en subterráneos de la ciudad, con caras de espanto e impotencia. Viviendas y edificios destruidos. Hambre y frío… ¿Por qué les tocó ser víctimas, si ellas nunca quisieron una guerra?
La guerra no es una cuestión de buenos y malos, sino de canallas. Televisan ataques pero nunca nos explicaron los motivos de fondo. Los servicios secretos preveían el conflicto, las potencias advertían y amenazaban, pero retardaron las medidas disuasorias. Como dijo B. Franklin nunca hubo una guerra buena o una paz mala. Cualquier guerra es un fracaso de la civilización, de la humanidad. Es la expresión de los rasgos más brutales de los seres humanos.
Eso sí, Europa, Estados Unidos, Canadá… están suministrando armas a Ucrania. ¿Para qué…? ¿Para enfrentar al poderosísimo ejército ruso…?
Decía el maestro uruguayo: “Las guerras mienten, ninguna guerra tiene la honestidad de confesar ‘yo mato para robar’. Las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de Dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia. Y si por las dudas tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y, en un inmenso matadero… Uno se pregunta, ¿hasta cuándo?, ¿hasta cuándo la paz del mundo estará en manos de los que hacen el negocio de la guerra?, ¿hasta cuándo seguiremos creyendo que hemos nacido para el exterminio mutuo?, ¿hasta cuándo?”.
Biden amenazó: ‘Putin es el agresor y ahora él asumirá las consecuencias’. Eso no es cierto. Las consecuencias las pagan las víctimas de Ucrania, esas que nunca declararon la guerra.
Los mandamases son falsos ‘héroes de guerra’: Desde lejos, los presidentes y los generales mandan matar. Ellos no pelean, no derraman sangre, no respiran gases venenosos, no se hunden en el barro, no vomitan por el olor de los cadáveres pudriéndose al sol, no los aturden las explosiones que despedazan gentes y ciudades, no les acosan el sueño los ojos de sus víctimas. (*)
Mientras tanto, en occidente la gente se preocupa. Pero ¿qué les preocupa? “Que se avecina otra crisis; que por motivo de esa guerra lejana subirán los precios de las energías, del petróleo y sus derivados…”. Las guerras siempre tienen consecuencias negativas para todo el mundo, salvo para unos pocos beneficiados: la industria militar, las petroleras, las energéticas,…
El economista Juan Torres detalla la crueldad: “Como el Producto Interior Bruto (PIB) suma el valor monetario de la fabricación y comercio de armas y de toda la producción adicional que genera una guerra, pero no resta el valor de las muertes ni de la destrucción que provoca, el efecto neto (desde el punto de vista de este indicador), puede ser considerado positivo”.
Gritamos con millones de voces: “Malditas sean todas las guerras y los canallas que las hacen”.
(*) Refer. Bocas del Tiempo de E. Galeano
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