
Hablando de los Medios de información, le preguntaron: -¿Cómo consiguen que los malos parezcan buenos?
Y les contestó: -Muy fácil, ellos escriben el guión.
A continuación añadió una sencilla explicación. Colóquese usted unas gafas con cristales azules y díganos cómo ve los árboles, las casas, el cielo, los caminos,… todo con tonos azules ¿verdad? Pero usted sabe que esas realidades no son así, ya que puede quitarse las gafas y comprobarlo.
Ahora imagínese que le obligan a mirar siempre la realidad con esas gafas y sólo con esas gafas. Le están obligando a ver no sólo la realidad de manera falsa, sino además con sólo tonalidades azules. Dos falsedades: la realidad no es así y tampoco es monocolor.
En cada país las gafas para ver la realidad son los Medios de comunicación. A través de ellos conocemos lo que sucede, aunque no siempre coincida con lo que observamos a nuestro alrededor. Son los Medios los que filtran, seleccionan y definen las noticias, ellos las orientan y formulan, ellos crean opinión pública y muestran la realidad que quieren y de la forma que quieren. Y todo lo que los Medios no quieren mostrar, sencillamente no existe.
Le llaman el cuarto poder, pero según las circunstancias de cada país los Medios pueden convertirse en el poder más influyente en todos los sectores de la población, incluso en los más instruidos.
Ahora imagínese que en su país todos los medios de comunicación, prensa, radio y televisión, y sus tejidos de redes sociales, están en manos de una oligarquía rancia, conservadora, autoritaria y tendenciosa, que no está dispuesta a perder ninguno de sus privilegios. ¿Qué realidad le llegará a la población? La realidad percibida en todo el país se verá de un solo color, el color de las gafas impuestas por esos medios oligárquicos.
¿Qué opinión va a tener esa población sobre su país? Sólo la creada y servida por ese monopolio de medios, una visión exclusiva, que se ofrece como única y verdadera. Y no hay otra.
¿Qué concepción va a tener esa población acerca del Estado, de la gestión del Gobierno, de las leyes y su aplicación, de la Administración de justicia y su equidad, de los militares y de la impunidad, de la guerra y de los procesos de paz, de la economía y la corrupción, de la salud y la enseñanza públicas, del trabajo y el subempleo, de las necesidades de vivienda y atención a las clases populares, de la inmigración, de la privatización de los servicios públicos, de los derechos humanos y sociales, de la pobreza y los impuestos proporcionados, del paramilitarismo y de los grupos guerrilleros, de los necesarios cambios y reformas políticas…?
¿Qué concepción puede tener la población de ese país si percibe una visión única y distorsionada de toda su realidad? Una ciudadanía que, además, no tiene otra vía para discernir cuánto de verdad o falsedad se encierra en la información recibida. Y, para colmo, los Medios funcionan como auténticas apisonadoras de opiniones.
Parece mentira, pero hay algunas realidades de países que llegan a percibirse mejor desde fuera que desde dentro del propio país. Hay cambios sustanciosos y positivos que se valoran mejor desde el extranjero que desde dentro del país.
Y esto está sucediendo desgraciadamente en algunos países latinoamericanos y en otros.
Viejas oligarquías, peligrosas y proclives a la violencia, acostumbradas a dominar la economía legal y la ilegal, las redes financieras, la posesión de tierras, los recursos naturales, el comercio oficial y el oscuro, las relaciones interesadas con las multinacionales, los medios de comunicación, los gobiernos y sus administraciones, las iglesias, los servicios públicos, las fuerzas militares y paramilitares, como quien dice, que han dominado el Estado y sus estructuras y ahora se resisten ante cualquier cambio que pueda afectar a sus muchos privilegios.
Si encima utilizan su monopolio de los Medios para engañar y manipular a la población, pueden considerarse sin lugar a duda el mayor enemigo de una nación. ¿Para qué buscarlo fuera…?
¡Qué gran desafío para esos pueblos que quieren levantar su cabeza y vivir dignamente y en paz!
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