Hay quienes se aferran a la moral y la ética religiosas de siempre. ¿Qué significa ‘de siempre’? ¿A partir de cuándo…? ¿Es lo mismo moral que ética? ¿Acaso la moral como la ética no cambian con los cambios de los tiempos…? ¿Va cambiando también la iglesia católica su moral conforme cambian los tiempos? Hay gente muy católica que rechaza cualquier tipo de cambio.
—Pero, oigan, hay muchos religiosos que utilizan a Dios para justificar sus fechorías y, a la vez, hay muchos fieles resignados que comulgan con piedras de molino.
—Eso es tu punto de vista. Y, además, esas eran otras circunstancias y otros tiempos —contestan.
—¿En qué quedamos…? ¿Cambia o no la moral católica con el paso del tiempo…?
Fue una conversación difícil y confusa. Sólo se pretendía hablar de los criterios morales en general. No se quería descender a temas escabrosos (el dogmatismo y autoritarismo en la iglesia, el nacionalcatolicismo, los numerosos casos de jerarcas pederastas, las discriminaciones de las mujeres, la homofobia…). Pero, así y todo, fue imposible, resultó una conversación de vías cerradas. Apenas se apuntaron dos relatos del libro Los hijos de los días de Eduardo Galeano.
Como ese día era un 6 de agosto, vino al pelo el aniversario fatídico en Hiroshima.
La bomba de Dios. En 1945, mientras este día nacía, murió Hiroshima. En el estreno mundial de la bomba atómica, la ciudad y su gente se hicieron carbón en un instante.
Los pocos sobrevivientes deambulaban, mutilados, sonámbulos, entre las ruinas humeantes. Iban desnudos, y en sus cuerpos las quemaduras habían estampado las ropas que vestían cuando la explosión. En los restos de las paredes, el fogonazo de la bomba atómica había dejado impresas las sombras de lo que hubo: una mujer con los brazos alzados, un hombre, un caballo atado…
Tres días después, el presidente Harry Truman habló por radio. Dijo:
—Agradecemos a Dios que haya puesto la bomba en nuestras manos, y no en manos de nuestros enemigos; y le rogamos que nos guíe en su uso de acuerdo con sus caminos y sus propósitos.
El otro relato se refería a tiempos anteriores.
La mejor mano de obra. El sacerdote francés Jean-Baptiste Labat recomendaba en uno de sus libros, publicado en 1742:
Los niños africanos de diez a quince años son los mejores esclavos para llevar a América. Se tiene la ventaja de educarlos para que marquen el paso como mejor convenga a sus amos. Los niños olvidan con más facilidad su país natal y los vicios que allí reinan, se encariñan con sus amos y están menos inclinados a la rebelión que los negros mayores.
Este piadoso misionero sabía de qué hablaba. En las islas francesas del mar Caribe, Pére Labat ofrecía bautismos, comuniones y confesiones, y entre misa y misa vigilaba sus propiedades. Él era dueño de tierras y esclavos.
No hubo comentarios a ninguno de los dos relatos.

Al parecer, las religiones han servido de escudo para muchísima gente en el mundo. ¿Será por eso que resulta tan conflictivo hablar de determinados temas y escándalos religiosos con muchos creyentes? Viene a ser como un ataque enemigo a sus defensas personales.
Y, por otra parte, la persona interlocutora se ve atrapada en ese terreno de lineas fijas y difusas: ¿Cuándo las creencias y la fidelidad se convierten en fanatismo? ¿Cuánto protagonismo ejerce el miedo en las religiones? ¿Las confesiones religiosas se están acomodando al gusto del consumidor? ¿Cómo explicar la fe de los creyentes y sus habituales prácticas contradictorias?…
Como siempre, el tema quedó abierto. Eso sí, también aquí habrá una linea roja a la hora de tratarlo: Los derechos humanos universales.
La ventana del mochuelo
Viñeta de EL ROTO
Buenos textos y preguntas para una reflexión. Recomiendo, para mejor entender esta interpelación, el libro de Tamayo: «La internacional del odio», donde Tamayo acuña, ante tanto uso de la Religión y de Jesús, la palabra «cristofascismo», claro que entenderla hay que leer el libro.