* Cuidadosamente lo pintó en una pared: Cría ricos y te comerás sus crisis.
* Lo contaba J.L. Sampedro: En tiempos de la República, en un proceso de elecciones, el capataz de un cortijo andaluz se dirigía a unos jornaleros parados que estaban en la plaza y les ofrecía dos duros para que votaran a su candidato. Uno de los jornaleros tomó los dos duros y se los tiró diciendo: En mi hambre mando yo.
* ‘Estos políticos mienten más que hablan… ¡Les encanta revolcarse en su propia mierda…y los Medios chapoteando gustosos en el lodazal!’, y apagó el televisor.
* Han Fei Zi lo llamó ‘el vendedor de lanzas y escudos’.
En el Reino de Chu vivía un hombre que vendía lanzas y escudos. – Mis escudos son tan sólidos – se jactaba –, que nada puede traspasarlos. Mis lanzas son tan agudas que nada hay que no puedan penetrar.
– ¿Qué pasa si una de sus lanzas choca con uno de sus escudos? – preguntó alguien.
El hombre no replicó.
* Suena a slogan publicitario: La sociedad de consumo nos consume. Y, además, pagando.
* Lo primero que muere en una guerra es la verdad, comentó Juan José Salinas.
* Añade Eduardo Mazo: El mundo ya no aguanta el peso de tantas injusticias, aunque los sismógrafos se empecinen en hacernos creer que es por otra causa.
* Y Saramago comentó: los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas porque los optimistas están encantados con lo que hay.
* Si lo dice Charles Darwin, tiene mucho glamour: “No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio”.
* Así lo escribió en un papel: Nada es para siempre, el tiempo desmorona pirámides, liquida naciones y marchita amistades.
* El ánimo lo puso Marcelo Colusi: Pareciera, entonces, que no hay nada que hacer. ¡Pero no es así! Por más controles que se pongan, la injusticia lleva a la reacción, a la acción revolucionaria transformadora. ¡Y las injusticias no han terminado! Por tanto, la acción revolucionaria sigue siendo válida.
* Qué bonito lo dice la poeta Marceline Desbordes-Valmore: Tenemos que construir nuestras vidas como si tejiéramos: punto a punto. Tricotosas de la esperanza, tejedores de nuevos trazos y abrazos. Punto a punto. Y pendientes siempre del hilo.
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