”¿Qué mirás, bobo?“
Terminó el show del mundial de fútbol y su hipnosis colectiva. Exaltación máxima del sentimiento nacionalista y sus banderas. Con tu selección juega tu país, todos ganamos o perdemos. Vieron la final 3.500 millones de personas, el evento televisivo más visto en la historia.
Pero luego de la pasajera euforia, retorna la normalidad: “Vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas…”, que canta Serrat.
Como dice M. Colussi, el mundo no se detiene. ¿Habrá más deportistas tras el Mundial, o menos jóvenes consumidores de drogas? ¿Cambió en algo la situación de Oriente Medio? ¿Estamos mejor después de esta “fiesta descomunal”, como pronosticaban sus organizadores?
No, no terminaron. Las 20.000 personas diarias que mueren por hambre en el planeta, o los 25.000 dólares por segundo que se gastan en armamentos, o las 3.000 personas que emigran diariamente hacia el Norte, o la mitad de población mundial que sobrevive con dos dólares diarios, o los 800 millones de personas analfabetas que existen, de las cuales dos terceras partes son mujeres,… no terminaron. ¡Ni van a terminar mientras continúe este sistema capitalista! Ése es el que nos adormece realmente, el mundial es solo la guinda del pastel.
En realidad, el fútbol es ‘un bálsamo perfectamente manipulado por la empresa capitalista’. Por una parte, un mega-negocio fabuloso y, por otra, un poderosísimo instrumento de control social manejado por los poderes globales.
Es decir, que el fútbol y los mundiales de fútbol constituyen, cada vez más, un hecho político.
¡Extrañas lecciones de democracia!
En nombre de la democracia se tomaron el capitolio norteamericano. Por defender la democracia asaltaron las sedes del Legislativo, del Gobierno y del Poder Judicial en Brasil. Por cumplir con la democracia han destituido al presidente electo de Perú y ha tomado el mando Dina Boluarte, quien se niega a convocar elecciones antes de abril de 2024 y en su represión contra los manifestantes ya suma 60 muertos y centenares de detenidos. Por sentido democrático en Honduras no reconocen al gobierno legítimo. Igual sucede en España por parte de los partidos de derechas, que sin embargo vienen violando la Constitución nacional hace más de cuatro años.
Además, la experiencia dice que para que un país sea llamado libre y democrático debe convertirse en dependencia de EEUU. Que toca saltarse los acuerdos, sancionar a Rusia, mantener una guerra en Ucrania y aumentar el gasto militar, pues ¡a la orden!, así protesten las propias ciudadanías. Que toca desestabilizar y castigar a gobiernos de Centroamérica, de Venezuela, de Cuba, de Bolivia, de Perú, o de Palestina…, pues ¡a la orden!. Que toca disculpar y colaborar con gobiernos dictatoriales de Israel, o de Marruecos, o con jeques árabes…, pues ¡a la orden!. Por cierto, la policía de EEUU, en su ejercicio democrático, ha batido un récord, ha matado en 2022 a 1.183 personas, sobre todo ciudadanos negros.
Al final, en vez de enseñarnos modales democráticos, nos volvieron incrédulos. Y las lineas entre la ley y la corrupción son cada día más borrosas.
Despedida de año

Entre villancicos de paz, amor y alegría, no faltó el toque sorpresa: “Rusia y la OTAN admiten que la guerra de Ucrania se alargará hasta que decidan las armas. Tanto Moscú como la Alianza Atlántica coinciden en que la guerra será larga y que no hay perspectivas de negociación a corto ni a medio plazo. El Kremlin y Bruselas creen que solo la derrota del adversario podrá dictar las condiciones de una paz hoy día muy lejana”. Así pues, si las armas deciden, enviemos más armas. Los muertos no cuentan.
Ahora se entiende que hablen de armas inteligentes. Ellas dictan las condiciones de la paz.
La ventana del mochuelo
El mundo actual no hace caminos porque no anda, deambula desandando los caminos hacia la concordia y felicidad mundial. Se avanza hacia rutas peligrosas que pueden desembocar en una barbarie planetaria y ya se están colocando las primeras piedras sobre unos fanganosos cimientos, como tu bien describes, querido amigo Domingo.
Siempre me pregunto, si la solidaridad aumenta, que creo que sí, ¿aumenta más la diferencia entre los pueblos del planeta?