¡Qué calor! Es el estribillo más repetido en estos días por todas partes. Antiguamente esta expresión aludía a días o momentos excepcionales y pasajeros. Hoy son olas de calor concatenadas, una tras otra, y acompañadas de devastadores incendios.
La naturaleza no perdona y nos pasa cuenta por nuestros abusos y disparates. La propia naturaleza no cesa de avisarnos a pesar de nuestro empecinamiento ciego e inútil. Hasta nuestra inteligencia humana está en entredicho. Y ya ni hablamos de nuestra nula solidaridad con la población más vulnerable y con las generaciones venideras. Vivimos en la inmediatez y “el que venga detrás que se las apañe”.
Y lo sabemos. Esto del cambio climático no se soluciona con más aire acondicionado, con más tiempo en las playas o echando más hielo a las bebidas. Como dirían los tupamaros “el tema no es sentimental, sino político” y humanitario. Mejor dejar las bromas de ricos para otros asuntos.
Ni se soluciona el cambio climático simplemente con plantar unos cuantos árboles e instalar algunas placas solares, a la vez que mantenemos altos niveles de contaminación y consumismo. No valen los paños calientes. El daño es inmenso y las consecuencias inmediatas.
La grave enfermedad del clima no se arregla con apósitos. La situación ecológica es la que es y muy preocupante: Durante el verano europeo el clima llega a los 40 grados o más. Hay incendios prácticamente en todos los países del mundo. Son los eventos extremos agravados por el calentamiento global. Inundaciones, sequías prolongadas, desaparición cada año de 100 mil especies de organismos vivos… De igual manera, multitudes humanas pueden sufrir terriblemente y también morir antes de tiempo.
El Secretario General de la ONU António Guterres a mediados de julio/2022 decía en una conferencia en Berlín sobre el cambio climático: «Nosotros tenemos esta elección: acción colectiva o suicidio colectivo. En nuestras manos está».
Y puede añadirse la Sobrecarga de la Tierra: Consumimos más de lo que ella puede ofrecernos, estamos necesitando más de una Tierra y media (1,7) para cubrir las demandas del consumo humano, especialmente el suntuoso de las clases opulentas.
Dice el eminente naturalista francés Théodore Monod que: «somos capaces de una conducta insensata y demente; a partir de ahora podemos temer todo, inclusive la aniquilación de la raza humana: sería el justo precio de nuestras locuras y de nuestra crueldad».
¿Cuál será ahora la siguiente burla de los negacionistas: “decir que el tiempo está loco”? -Sí, claro, el tiempo…
No podemos saber cómo será nuestro futuro. Pero no puede ser una prolongación del presente. La naturaleza de la lógica capitalista no cambiará, porque eso supone renunciar a ser lo que es y quiere ser: Acumular ilimitadamente, caiga quien caiga y a costa de lo que sea.
La situación ecológica no está para parches, es una crisis sistémica, requiere un cambio radical de sistemas de producción, de consumo y de estilo de vida.

¡Que nos repetimos mucho con este tema!, más se repite la publicidad y es menos importante. Si hablamos de drama es porque seguramente habrá sacrificio de muchas vidas, también humanas.
¡Que no es para tanto!, pues siga usted como hasta ahora, pero no siga jodiendo con ¡qué calor! o ¡qué hartura de calor!
La ventana del mochuelo
(Refer. Artículo L. Boff julio/2022. Viñeta de C López en el Correo Gallego)
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