Los inmigrantes nunca son bien recibidos, salvo que sean ricos.
En muchas partes del mundo se levantan muros… contra los pobres. ¿Es la nueva democracia?
¿Han visto la nueva valla de Melilla para impedir la entrada de inmigrantes? Es la mar de moderna, nada que ver con las alambradas anteriores de terribles concertinas. Es una valla de 100 metros de larga con tramos de hasta diez metros de altura, con barrotes y placas metálicas, coronadas con cilindros que impiden trepar. El gobierno dice que es una valla más segura, pero menos cruenta, vamos, una monada. El resto de la frontera sigue conformada por una doble valla de seis metros en las que han colocado barrotes semicirculares (“peines invertidos”). Una cosa sí que es segura: Cualquier persona con un mínimo de sensibilidad sentirá conmoción al ver esta valla ‘tan moderna’.
¿Han sentido miedo al cruzarse con la policía cuando iban a comprar el pan durante el estado de alarma? Pues imagínense un estado de alarma de 365 días al año que viven alrededor de medio millón de personas en España consideradas en ‘situación irregular’. Viven con miedo constante y ansiedad por temor a ser deportadas. Desde 2010 hasta 2019, España ha deportado 223.463 personas (mediante expulsiones, devoluciones y denegaciones de entrada). El 80% de las deportaciones por una simple falta administrativa: estar en situación irregular. Y es un excelente negocio para las empresas del control migratorio que se han embolsado 130 millones de euros públicos en seis años. El Informe de Irida y Novact señala que se levanta algo la mano con las mujeres, especialmente con las trabajadoras sexuales y las trabajadoras del hogar, mucho más fáciles de someter y de explotar. Es la democracia moderna: personas libres a quienes las políticas migratorias europea y española rebajan a la categoría de deportables, es decir, desechables, indeseadas para nuestro sistema mundo.
¿Han escuchado que en España también tenemos ‘fronteras inteligentes’? Sí señor, la inteligencia al poder. Ya había relojes inteligentes, bombillas y almohadas inteligentes, armas inteligentes, ahora también fronteras inteligentes, en Bruselas las llaman Smart Borders. Entre 2014 y 2020 España ha gastado con fondos europeos 812 millones en esas fronteras, ocho veces más de lo que España gasta en acogida e integración de migrantes. ¿Y a dónde van a parar esos fondos? La arquitectura necesaria para esta misión de control exige de mecanismos legales, tecnológicos (reconocimiento facial, huellas dactilares…) y recursos humanos y materiales «organizados y mantenidos por organismos públicos» y con participación del sector privado. Son clave las empresas del sector tecnológico (muchas muy conocidas: Indra Sistemas S.A., Informática El Corte Inglés, Everis, Prosegur, Telefónica Soluciones de Informática de España, Securitas…). Siempre la misma historia: Grandes industrias hacen caja abasteciendo de armas y posibilitando guerras y a su vez hacen caja frenando a las personas que huyen de ellas.
Oiga, homo sapiens: Si las armas y las fronteras son inteligentes, entonces ¿qué es la necedad?
La ventana del mochuelo
(Viñeta de El Roto)
Deja una respuesta