Quien nombra, llama. Y alguien acude, sin cita previa, sin explicaciones, al lugar donde su nombre, dicho o pensado, lo está llamando. Cuando eso ocurre, uno tiene el derecho de creer que nadie se va del todo mientras no muera la palabra que llamando, llameando, lo trae. (Eduardo Galeano)

Invisibles
Hace dos mil quinientos años, al alba de un día, Sócrates paseaba con Glaucón, hermano de Platón, en los alrededores del Pireo.
Glaucón contó la historia de un pastor del reino de Lidia, que una vez encontró un anillo, se lo colocó en un dedo y al rato se dio cuenta de que nadie lo veía. Aquel anillo mágico lo volvía invisible a los ojos de los demás.
Sócrates y Glaucón filosofaron largamente sobre las derivaciones éticas de la historia. Pero ninguno de los dos se preguntó por qué las mujeres y los esclavos eran invisibles en Grecia, aunque no usaban anillos mágicos. (Los hijos de los días)
Divorcios
Un sistema de desvínculos: para que los callados no se hagan preguntones, para que los opinados no se vuelvan opinadores. Para que no se junten los solos, ni junte el alma sus pedazos.
El sistema divorcia la emoción y el pensamiento como divorcia el sexo y el amor, la vida íntima y la vida pública, el pasado y el presente. Si el pasado no tiene nada que decir al presente, la historia puede quedarse dormida, sin molestar, en el ropero donde el sistema guarda sus viejos disfraces.
El sistema nos vacía la memoria, o nos llena la memoria de basura, y así nos enseña a repetir la historia en lugar de hacerla. Las tragedias se repiten como farsas, anunciaba la célebre profecía. Pero entre nosotros, es peor: las tragedias se repiten como tragedias. (El libro de los abrazos)
Fue la primera guerra televisada. Estados Unidos la llamó operación Tormenta del Desierto
Tierra que arde
En la madrugada del 13 de febrero de 1991, dos bombas inteligentes reventaron una base militar subterránea en un barrio de Bagdad.
Pero la base militar no era una base militar. Era un refugio, lleno de gente que dormía. En pocos segundos, se convirtió en una gran hoguera. Cuatrocientos ocho civiles murieron carbonizados. Entre ellos, cincuenta y dos niños y doce bebés.
Todo el cuerpo de Khaled Mohamed era una llaga ardiente. Creyó que estaba muerto, pero no. Abriéndose paso, a tientas, consiguió salir. Él no veía. El fuego le había pegado los párpados.
Tampoco el mundo veía. La televisión estaba ocupada exhibiendo los nuevos modelos de las máquinas de matar que esta guerra estaba lanzando al mercado. (Bocas del tiempo)
Los libres
En los días, los guía el sol. En la noche, las estrellas.
No pagan pasaje, y viajan sin pasaporte y sin llenar formularios de aduana ni de migración.
Los pájaros, los únicos libres en este mundo habitado por prisioneros, vuelan sin combustible, de polo a polo, por el rumbo que eligen y a la hora que quieren, sin pedir permiso a los gobiernos que se creen dueños del cielo. (El cazador de historias)
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