La jornada se iniciaba plácidamente con la salida del Sol.
Para las gentes del campo; para las gallinas, conejos y vacas;
y para las niñas y niños, que entonces salían a jugar.
Y finalizaba cuando el astro desordenado y tímido
decidía retirarse, a veces antes, a veces después.
El Sol era el alimento básico –junto con la tierra abonada- de los vegetales,
que a su vez daban de comer a las personas.
Y a las mulas y a los caballos que ayudaban en las tareas agrícolas.
El Sol evaporaba el agua que después sería lluvia;
y deshelaba glaciares que serían riego.
La energía nutritiva y motora era gratis, común e infinita.
Como el Sol, en el campo
predominaba el amarillo del trigo o el maíz,
con diferentes matices según la estación o el clima,
matices que algunas personas sabían interpretar.
Los rayos de Sol calentaban los cuerpos y las almas humanas;
y cuando se necesitaba una sobredosis,
los abrazos ejercían la misma función.
Quizás porque el Sol es redondo,
quizás porque da vueltas sin parar,
la vida giraba sobre sí misma y siempre volvía a empezar,
sorprendiendo en su monotonía.
Una civilización Sol-tenible y Sol-idaria,
de personas de sangre caliente y corazón solar.
La jornada se inicia con el sobresalto de una alarma.
No se mira el cielo sino la agenda y la televisión.
Las gallinas ponen huevos sin cesar
y los niños y niñas se acuestan de madrugada
al agotarse la batería del ordenador.
El petróleo cría los vegetales bajo plásticos que les previene de la inSolación.
Sus producciones dan de comer primero a los coches y aviones;
después a las personas.
No hay animales Soleándose en el campo,
sólo friéndose en naves industriales.
La energía se compra en barriles.
Y es motivo de guerras y muchas dependencias
que se ignoran y disfrazan para adormilar las conciencias.
Como el petróleo,
en el campo predomina el negro del humo y el gris de los polígonos.
Las tecnologías , engreídas, creen poder prescindir del Sol.
Los cuerpos se calientan con prendas térmicas
mientras las almas agonizan heladas de frio.
Las caricias y abrazos se anuncian en los periódicos.
De sólo mirar hacia delante, y nunca hacía arriba ni hacia abajo,
la vida camina muy rápido precipitándose al vacío.
Una civilización que abandona al Sol es una civilización inSolente.
Gustavo Duch Guillot
(Para www.moving-planet.org y su 24 de septiembre)
Un acierto, sí señor, el haber colocado aquí y así al sr. Duch, también «plumador» abundante.
Muy generoso por tus partes.
Gratitud constante es el mensaje
del paisanaje.
Un acierto, sí señor, el haber colocado aquí y así al sr. Duch, también «plumador» abundante.
Muy generoso por tus partes.
Gratitud constante es el mensaje
del paisanaje.