La industria del entretenimiento vive del mercado de la soledad. La industria del consuelo vive del mercado de la angustia. La industria de la seguridad vive del mercado del miedo. La industria de la mentira vive del mercado de la estupidez. ¿Dónde miden sus éxitos? En la Bolsa. También la industria de las armas. La cotización de sus acciones es el mejor noticiero de cada guerra. (E. Galeano, Bocas del tiempo)
La corriente conservadora y de ultraderecha actual, fortalecida en el mundo tras la aparición de Trump, se ha asociado con la industria de la mentira. Líderes y políticos de derecha, con su cortejo mediático, se han profesionalizado en falsas noticias (fake news) y en relatos de ficción, que repiten las veces que hagan falta. Hábiles artífices de bulos con los que atraer y contentar a gente desengañada, desorientada y deprimida, y a gente temerosa de perder privilegios: “Con fuerza y valentía ganaremos. Síguenos, vótanos”. Con la pasión de un seguidor del fútbol.
Políticos que como peces nadan en el mar de la confusión y como cerdos disfrutan en el fango. Retuercen las palabras y los valores hasta falsificarlos. Predican una libertad transgresora de las normas de protección social. Es la libertad de la corrupción. Defienden los privilegios como derechos propios y por encima de los derechos de los demás. ‘Ellos son ahora los rebeldes’.
Dirigentes que convierten la realidad en ficción, lo que hoy llaman blanco mañana pueden llamarlo negro. Se proclaman patriotas y defensores de ‘lo público’ mientras privatizan a tope los recursos y servicios del país. Y actúan ‘sin complejos’, como ‘llenos de razón y de la única verdad’. Todo vale, por muy paradójico que parezca, con tal de lograr sus intereses y denigrar al adversario. La ultraderecha se siente con vía libre para decir las mayores barbaridades del mundo.
Su industria de la mentira vive del mercado de la estupidez. Son los reyes de la estupidez y nos quieren tontos, nos tratan como a tontos y nos prefieren tontos. Y son los estúpidos ‘envalentonados’ sus más fieles seguidores.
Ese es el juego: Los estúpidos son más fáciles de atemorizar, de engañar y de manipular. No importa que sean ricos o pobres, lo importante es que sean estúpidos y sientan crecer su orgullo al descargar su rabia en terceros. Además, sus votos valen igual que los demás.
Este es el panorama actual. Una sociedad en la que la verdad no goza de muy buena salud. Para muchos medios es irrelevante que algo sea verdad o no, lo importante es que consiga audiencia. Se alimenta constantemente un síndrome de contradicciones, con la colaboración de las redes sociales. Las ficciones priman sobre los hechos contrastados. Y la polarización política ha ido vaciando los espacios de encuentros para rellenarlos de polarización como elemento de combate. Hoy se alimenta una polémica y mañana la opuesta, da igual.
El catedrático Luis Enrique Alonso habla de la teoría del enmarcado. ‘En estos momentos el marco lo está poniendo esa derecha populista prácticamente en todo el mundo’. Y ese marco está generando un discurso muy reactivo, sectario, de mucho miedo y de ficción.
¿La contrapartida a esa corriente? La RESISTENCIA. Pero, ¿hay suficiente fuerza de movilización para romper ese marco? ¿Es posible abrir vías de racionalidad y de mayor disposición al diálogo? ¿Podrán las izquierdas volver a recuperar las reivindicaciones de ‘los de abajo’? ¿Podrán recuperar su capacidad de rebeldía que les identificó en el pasado?…

La ventana del mochuelo
(Viñeta Juan Ramón Mora)
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Buena reflexión!!!
Pues tienes razón.
Pero yo además pondría el foco en el ingrediente final de toda esta salsa, el perejil de la violencia.
La ultraderecha, cuándo ya perdió la verguenza y se atreve a decir cualquier mentira disparata, no se para aquí, sino que pretende influir en la realidad de una manera más contundente.
Utilizará la violencia cada vez más frecuentemente, que nadie se llame a engaño (Tenemos recientes las imagenes del asalto al Ayuntamiento de Lorca).
Nunca serán participes de un debate profundo y traquilo, ellos saben que con ese procedimiento se demostraría que lo que están proponiendo, a pesar de toda su parafernales nacionalista, sólo es el intento de perpetuar los privigelios que siempre tuvieron en este país los ricos y la iglesia.
Cuando llega la violencia, cuando empieza la guerra, la primera victima es la verdad y ellos lo saben.